Tardaremos aún unos meses en poder valorar, con la suficiente distancia crítica, si nos hemos adaptado mejor o peor a esta crisis sanitaria que estamos atravesando (y de la cual parece que estamos comenzando a salir poco a poco).
De momento, y parece evidente ya a estas alturas, el verdadero objetivo de casi la totalidad de las empresas europeas e iberoamericanas, se sigue centrando en intentar sobrevivir a esta situación evitando frenar por completo toda actividad de la organización.
Para ello, los responsables del Talento en las organizaciones, pequeñas, medianas o grandes, locales o globales, han tenido que realizar funciones ligadas a la gestión del talento corporativo en un momento en el cual perderlo es tan sencillo como no hacer nada. Frenar la hemorragia productiva es en gran medida responsabilidad de los directores y gestores de los recursos humanos de cada organización. Labor que en ocasiones ha derivado en el desempeño de prácticas tan ingratas como las relacionadas con los despidos, ERTEs o EREs de los trabajadores. Palabras no tan desconocidas para un mercado español que hace no muchos años fue duramente atravesado por ellas.
Además, si algo ha plasmado de manera evidente esta crisis, ha sido, precisamente, su capacidad para golpear con dureza a todo el mercado laboral, en mayor o menor medida dependiendo de las circunstancias concretas del sector y de la persona. Y, concretamente, a negocios cuya estructura tecnológica y comercial no puede soportar la inestabilidad provocada por la emergencia de los acontecimientos.
Las encuestas y los datos arrojados antes de la crisis hablaban por sí solos.
Al inicio de esta crisis, la multinacional Sage, realizó una encuesta en donde una de las principales conclusiones arrojadas fue la constatación de que un 39% de las pequeñas y medianas empresas en España no podían teletrabajar desde casa ni tampoco, consecuentemente, llevar una gestión integral del negocio. Podemos presumir, al hilo de la encuesta realizada, que el bajo índice (aún) de digitalización por parte de las pymes tiene como consecuencia la publicación de dichos datos.
Este argumento, además, se sostiene por sí mismo si tenemos en cuenta otra encuesta publicada en Inglaterra a finales del año pasado. En ella, un 60% de todas las pymes que participaron, aseguraron que utilizaban algún tipo de tecnología de facturación electrónica. Sin embargo, otras tecnologías de análisis Big Data, o aquellas relacionadas con el uso de Inteligencia Artificial, ganan protagonismo pero se quedan en un porcentaje de explotación aún bajo (un 32% y un 20%, respectivamente).
Ya con la información en su mano, muchas compañías y gobiernos observaron entonces dónde estaba el punto flaco de muchas organizaciones. Las iniciativas, tanto públicas como privadas, no se hicieron esperar.
En ese sentido, el Ministerio de Economía de Chile desarrolló una plataforma de chequeo digital con el objetivo de que cualquier pyme pudiese realizar un autodiagnóstico de sus capacidades digitales, y, una vez hecho el análisis, proveer a esta de un conjunto de recomendaciones de acciones, herramientas y fuentes de apoyo disponibles para implementar nuevos procedimientos.
En España, la plataforma digital Acelera Pyme, ha potenciado una ventanilla única para pymes, que por una parte consta de un repositorio de soluciones tecnológicas, e información relevante sobre digitalización en áreas como teletrabajo, ciberseguridad y comercio digital, y por otra aporta soluciones financieras disponibles ofrecidas por el Instituto de Crédito Oficial (ICO).
El caso de Colombia también es ilustrativo y resume la importancia de sumar y coordinar los esfuerzos públicos y privados. Las cámaras de comercio del país han tenido un papel muy activo durante la crisis a la hora de brindar soluciones a sus empresas asociadas. Ofreciendo capacitaciones en temas de comercio electrónico, teletrabajo, marketing digital y nuevas tecnologías.
Claro está que la digitalización de las compañías es un paso imprescindible a la hora de conseguir el objetivo que toda pyme se ha marcado durante este período, que no es otro que el de sobrevivir. Pero no es la única vía, ni posiblemente la más decisiva: de nada sirve disponer la mejor tecnología con unos recursos humanos no preparados, sin capacitación alguna, ni una cultura corporativa preparada. La digitalización sin transformación digital deja sin refuerzos la preparación y adaptación de la empresa, y sumiría el esfuerzo en una pérdida irrecuperable de tiempo, talento y productividad.
Pero, ¿qué es eso de la transformación digital? El mensaje aún todavía puede sonar muy ambiguo al oído de cualquier responsable, manager o director, y tal vez necesitemos la ayuda de alguna consultora tecnológica o algún otro experto para que arroje algo de luz sobre cómo llevarla a cabo en nuestra empresa.
Big data, IA, Machine learning,... La Transformación Digital constituye no sólo una manera de descargar toda la artillería pesada de estos mecanismos sobre nuestros procedimientos y desarrollos corporativos. Es una forma de enfrentarse a un nuevo modo de hacer las cosas donde la tecnología, siendo palanca del cambio, ayude a que el capital humano se involucre desde el punto de vista metodológico y procedimental en los procesos desarrollados por la organización.
Las tecnologías no son la tabla de salvación de ninguna empresa. La actitud, la capacitación, y la puesta en marcha de nuevas habilidades blandas, son elementos cruciales para que la tecnología sea un auténtico punto de inflexión en la transformación digital de la empresa. Por lo tanto, realizar un proceso de semejante magnitud, no supone simplemente pergeñar un cambio tecnológico dentro de la compañía, sino que también influye directamente en el cambio de las actitudes de las empresas y los empleados, en la reinvención cultural de las organizaciones, además de abrir un nuevo escenario a través del cual vislumbrar una nueva forma de organización empresarial.